LA IGLESIA DEL AMOR
No vive como una institución cerrada,
sino sólo en conformidad de las personas
entre ellas.
No tiene más miembros que aquellos
que se sienten unidos a ella.
No tiene ninguna competencia,
porque no compite con nadie.
No tiene ninguna ambición,
porque sólo desea servir.
No marca fronteras,
porque eso va en contra del amor.
No se encierra en sí misma,
porque pretende alcanzar a todos los grupos
y religiones.
Respeta a todos los grandes maestros de todos
los tiempos
que han revelado la verdad del amor.
Quien pertenece a ella, practica la verdad
del amor
con todo su ser.
Quien pertenece a ella, lo sabe.
No pretende adoctrinar a los demás;
sólo pretende ser y dar a través de su ser.
Vive el conocimiento de que toda la Tierra es
un ser vivo y que nosotros somos
una parte de ella.
Sabe que ha llegado el tiempo de la última
transformación;
alejándose del egocentrismo
para regresar por propia voluntad de la unidad.
No se da a conocer con grandes voces,
sino que actúa en los ámbitos más
delicados del ser.
Se inclina ante todos
los que iluminaron el camino del amor
y dieron su vida por ello.
No permite ninguna jerarquía en sus filas
ni se fija en la organización,
porque nadie es más que otro.
No promete ninguna recompensa,
ni en ésta ni en la otra vida,
sólo la alegría de ser en el amor.
Sus miembros se reconocen en la forma
de actuar,
en la forma de ser y en los ojos
y no en ningún gesto externo
que no sea un abrazo fraternal.
No conocen el temor ni la vergüenza,
y su testimonio siempre será válido,
tanto en las épocas buenas como en las malas.
La Iglesia del Amor no tiene ningún secreto,
ningún misterio ni ninguna consagración,
excepto la profunda sabiduría sobre el poder
del amor
y a través de él el mundo se transformará,
cuando lo quieran los hombres,
pero sólo si primero nos cambiamos
a nosotros mismos.
Todos los que nos sentimos miembros habitamos en ella...
No hay comentarios:
Publicar un comentario